Una quimera era un monstruo mitológico que vomitaba llamas y tenía cabeza de león, vientre de cabra y cola de dragón. También, en sentido figurado, es un ensueño, un sueño irrealizable, una utopía.
Los dos sentidos son pertinentes para la cuestión que nos ocupa. El primero porque se dice de la biología sintética, de la nanobiotecnología, de la robótica y en fin de la convergencia tecnológica, que tienen el poder de crear "quimeras", es decir, entidades biológicas o pseudobiológicas, a partir de elementos heterogéneos. Si se emplean sistemáticamente para "mejorar" a los seres humanos, obtendríamos "cyborgs" (híbridos con partes humanas y artificiales) o bien "enhanced humans" (humanos con una "genética mejorada"). El segundo sentido de "quimera" es asimismo pertinente: observamos que estas tecnologías, o las tecnologías convergentes en general, han planteado muchas quimeras, entendiendo por tales los pronósticos de innovaciones revolucionarias que solo tenían como fundamento la imaginación de quien las proponía. O lo que es peor, quimeras que para muchos no son tanto ensueños felices como verdaderas pesadillas, amenazadoras distopías.
Sugiero que en este asunto de lo que se trata, efectivamente, es de componer, de construir a partir de elementos diversos, de realidades heterogéneas; de crear "híbridos", ante todo se trata de eso. ¿Pero ello equivale a emplear la naturaleza como una caja repleta de recursos que, junto con la caja de herramientas tecnológica, nos permita diseñar, sintetizar y fabricar vida humana y no humana a la carta? ¿Vamos a lanzarnos a la carrera de la mejora humana (human enhancement) física y mental sin meditar sobre la dirección que está tomando la transformación de nuestra especie?
Frente a la dominante, me gustaría apuntar una visión alternativa, una visión basada en la obra filosófica de William James, Bruno Latour e Isabelle Stengers, entre otros: se trata de componer y de construir, pero de componer redes de seres humanos y no humanos y de elementos técnicos lo más armoniosamente que se pueda, de construir colectivamente las consecuencias de nuestras acciones, de proyectar y realizar paulatinamente un mundo común (Latour 2004), un universo posible, una "cosmópolis" éticamente sostenible, entre todos.
Las tecnologías convergentes
Hace ya alrededor de una década se puso un marcha una iniciativa, mezcla de investigación y de marketing, para la convergencia de varias tecnologías emergentes (Roco - Bainbridge 2003). Se la denominó "convergencia NBIC", acrónimo formado por "Nano", "Bio", "Info" y "Cogno". Así pues, se consideraba que la convergencia se produciría fundamentalmente entre la nanobiotecnología, las biotecnologías, las tecnologías de la información y de la comunicación y las tecnologías cognitivas (neurociencia, neurotecnología).
La convergencia entre dichas tecnologías es posible en gran medida a causa de la escala a la que se opera, que es, a la postre, la de los átomos y las moléculas. Este es el campo específico de la nanotecnología, siendo el de la biotecnología los genes; los bits son el de las tecnologías de la información y la comunicación, mientras que las neuronas constituyen el terreno de la ciencia y tecnología del cerebro. Supuestamente, la convergencia acelerará el desarrollo de innovaciones tan asombrosas como revolucionarias, al combinar el poder de dos o más de las citadas tecnologías. Ciertamente, cuando se combinan las capacidades de estas tecnologías se obtienen nuevas aplicaciones. Por ejemplo, la unión de NANO y BIO produce nanobiosensores y nanomedicinas; a su vez, NANO + INFO contribuye a la dinámica de miniaturización de ordenadores y otros aparatos electrónicos; por su parte, los interfaces cerebro-máquina pueden ser producto de la convergencia entre NANO Y COGNO.
Por el tiempo transcurrido desde su primera formulación, la discusión sobre las tecnologías que convergen o deberían converger se ha ampliado, por lo que es razonable incluir en la convergencia de tecnologías otras tales como la robótica o la biología sintética.
En cualquier caso, el objetivo estrella de esta iniciativa era la mejora física y mental de los seres humanos. Cualquier tecnología que posea potencial para contribuir a ella, como lo hace indudablemente la robótica, cae dentro de nuestro ámbito de reflexión. En este caso, la mejora se haría mediante la incorporación, literalmente, de elementos robóticos al cuerpo humano o bien a través de diversos interfaces cuerpo-máquina o mente-máquina, formando potentes sistemas tecno-humanos integrados. La mejora basada en la robótica, o la creación de un cyborg gracias a un uso combinado de distintas tecnologías, podría completarse además con intervenciones genéticas de varios tipos. En éste último caso, sería posible incluso transmitir tales "mejoras" a los descendientes.
El enfoque ampliado de la convergencia
En un informe reciente, resultado del trabajo de un panel de expertos (Roco - Bainbridge -Tonn -Whitesides 2013), se plantea la conveniencia de superar la fase de la convergencia Nano+Bio+Info+Cogno, proponiendo en su lugar la realidad aludida por el acrónimo CKTS (el acrónimo inglés para "Convergencia de Conocimiento, Tecnología y Sociedad"), que constituiría una extensión natural de dicha fase. La propuesta es mucho más ambiciosa que la anterior. Si entonces se trataba de explorar todo el potencial de la integración de nuevas y prometedoras tecnologías, como las citadas nanotecnología, biotecnología, tecnologías de la información y cognitivas, ahora se plantea nada menos que superar las divisiones existentes entre la investigación, la educación, la innovación y las necesidades productivas. La dinámica de integración del conocimiento, la tecnología y la sociedad sería una "oportunidad fundamental para el progreso humano" (Roco - Bainbridge -Tonn -Whitesides 2013, p. 7) en una época de limitaciones en la disponibilidad de los recursos de la Tierra y de las grandes inversiones. A pesar de su disfraz, por así decirlo, "integrador", la propuesta continúa la tradición bien asentada de ofrecer un enfoque sistemático, unos "principios unificadores", para justificar el "avance" o "progreso" de la economía mediante la innovación continua. Se sigue sin cuestionar, en definitiva, una ideología del progreso en cuyo nombre tantos atropellos se han cometido contra los seres humanos y la naturaleza. Frente a la política unidireccional de la tríada formada por el avance científico, la innovación y el desarrollo económico, necesitamos la multidireccionalidad creativamente ordenada de las composiciones cosmopolíticas.
Contra el discurso sobre la convergencia de tecnologías
Las tecnologías convergentes prometen desde hace ya unos años un sin fin de avances revolucionarios. Pero no estamos gracias a esas tecnologías en camino hacia la mejora de la sostenibilidad ambiental, ni social, ni individual (excepto, de momento, para unos privilegiados), ni de ningún tipo. Por supuesto, no quiero decir con esto que no se hayan producido innovaciones interesantes, o que no se puedan producir en el futuro. Lo que quiero señalar es que detrás de tal programa de desarrollo tecno-económico repleto de grandes promesas hay una visión determinista tecnológica extremadamente simplista, cuando no directamente interesada en confundir a la opinión pública con dudosos cantos de sirenas.
El discurso de promoción de las tecnologías convergentes descansa en una comparación técnica entre los riesgos y beneficios esperables del desarrollo de las innovaciones basadas en dicha convergencia. Ahora bien, la principal debilidad del análisis de riesgos y beneficios, o para el caso, del de costos y beneficios, es que ignora que las nuevas tecnologías, como las tecnologías convergentes que estamos tratando, no se limitan a sumar o añadir beneficios, riesgos o costos, sino que pueden transformar de manera significativa las relaciones sociales, económicas y ecológicas, y hacerlo de tal modo que se alteren por completo los términos de la supuesta comparación meramente técnica, cuantitativa, de unas cosas con otras (Miller - Scrinis 2010, p. 410). El potencial transformador de las tecnologías convergentes desafía claramente el análisis en términos estrechos de los efectos de la introducción de dichas tecnologías, propiciando un posible escenario de cambios a gran escala, de tipo disruptivo y con un elevado nivel de incertidumbre sistémica.
¿Cyborgs versus Humanos mejorados?
En este escenario, la aceptación social de las tecnologías de mejora deviene un asunto complicado (de Cózar 2010). Por ejemplo, en el deporte existe un amplio rechazo social al dopaje, aunque es cierto que, si tenemos en cuenta la extensión del dopaje en ciertos deportes a nivel profesional, el supuesto rechazo a menudo coincide con un alto grado de hipocresía. En cuestiones relacionadas con lo militar la actitud es más ambigua y depende en gran medida del encuadre, enmarcado o framing. Así, no es lo mismo decir que se van a crear aviones no tripulados y robots-soldados para salvar la vida de nuestros soldados, a denunciar que se están fabricando tales artefactos para matar a gente a distancia. En cambio en medicina estarían ampliamente aceptadas por la sociedad las tecnologías que tienen por objeto reemplazar órganos, tejidos y extremidades, curar enfermedades o prevenirlas mediante "vacunas" y dispositivos de vigilancia del estado de salud. Con todo, siempre habría que tener en cuenta los costes de acceder a esas innovaciones. El acceso equitativo a los beneficios dentro de un país y las situaciones de desigualdad entre países son unos de los problemas más evidentes y acuciantes cuando consideramos la mejora humana por medios tecnológicos.
Pero si situamos el escenario en un futuro algo más lejano, surgen nuevos interrogantes. Están relacionados con la misma definición de lo que representa un ser humano y de sus derechos básicos. Puede llegar un momento en que los humanos mejorados consideren como sus hermanos menores y menos dotados a aquellos que no se hayan sometido a las mejoras, ya sea por dificultades económicas o por convicciones éticas. Siguiendo por este sendero, el cuidado paternalista por los más "desfavorecidos" podría combinarse con el desdén hacia los inferiores o incluso tomar un derrotero todavía más sombrío. Por si fuera poco, podrían producirse conflictos entre los humanos no mejorados, los mejorados, los cybors y los androides (las creaciones de la inteligencia artificial). ¿Deberían contar todos con los mismos derechos por tratarse de seres inteligentes o racionales? En caso contrario, ¿cómo se establecerían y garantizarían sus respectivos derechos?
En cualquier caso, el replanteamiento de los términos del análisis y del debate puede conducir al deseo de que ciertas "promesas" de las tecnologías convergentes no se hagan nunca realidad, pues para numerosas personas revisten más bien carácter de pesadilla (McKibben 2003). Inquietan muchas de las "visiones" del futuro de nuestra especie, como especie mejorada física y mentalmente, hasta un punto donde se creen subrazas como las del mundo feliz de Aldous Huxley, o donde el ser humano se haya convertido en un híbrido -- como es el cyborg -- gracias a la conjunción de la robótica, la nanotecnología, o bien se transforme en una nueva entidad quimérica por medio de la biología sintética. A muchos ese escenario nos produce un gran desasosiego, no tanto por estar cercano como porque guía las decisiones que se van tomando en la actualidad, marcando una trayectoria que en el futuro puede ser difícilmente reversible.
Composición tecnológica del mundo versus composición cosmopolítica
Las tecnologías convergentes, como la biología sintética o la misma robótica, parecen rescatar la añeja aspiración de crear "ladrillos", "bloques de construcción" o piezas de lego intercambiables, ensamblables y con efectos perfectamente predecibles. Ello encaja a la perfección en el proyecto reduccionista científico tradicional, que intenta descontextualizar, prescindir al máximo del contexto o del medio para así obtener un mayor control. Además, aunque ahora desde un enfoque multidisciplinar, parece resucitar con sus metáforas y representaciones un viejo mecanicismo que creíamos ya felizmente olvidado (Pauwels 2011). Lo que se añade es un énfasis mucho más práctico o de ingeniería, desdibujando la distinción entre descubrimiento e invención. La vieja ciencia se basaba en la acumulación de verdades sobre la naturaleza; esta "nueva ciencia plus tecnología" o "tecnociencia" aprende o conoce a través de la manipulación y creación de nuevos efectos y entidades (Hacking 1983). Son dos formas diferentes de apropiación de la naturaleza (Pauwels 2011).
Las tecnologías convergentes se basan en una visión de la ciencia que aúna el descubrir, despiezar y ensamblar. Por ejemplo, descubrimos lo que "funciona mal" en un ser humano. Entonces se procede a retirar las partes defectuosas para, a continuación, ensamblarle unas "piezas" de recambio mejoradas, ya sean provenientes del taller robótico o del laboratorio del ingeniero genético. Por suerte o por desgracia, es éste un planteamiento de las soluciones tecnológicas que, si bien puede tener su ámbito legítimo de aplicación, sabemos que nos puede conducir al desastre en un mundo lleno de complejidad, profusamente entrelazado, vinculado hasta con lo aparentemente más aislado, colmado de redes híbridas, expresión de una realidad "cosmopolítica".
En cambio, en el planteamiento de James, de Latour o de Stengers, no se sostiene que los objetos no hayan de combinarse, construirse o ensamblarse, pero esa construcción no es únicamente de tipo técnico. Es el resultado de la estabilización de ciertos procesos de articulación, de composición, entre elementos heterogéneos: hechos científicos, artefactos, entidades vivientes, acciones humanas, organización social. Son resultados posibles, y no precisamente inmutables, de las conexiones realizadas, una instantánea tomada en este preciso momento, que puede desintegrarse o mutar rápidamente. A mi juicio, lo importante de esto (además del soplo de aire fresco que aporta una concepción multirelacional frente al reduccionismo asfixiante de las visiones todavía dominantes del quehacer científico y tecnológico) es que nos proporciona un mayor margen de maniobra para actuar. A pesar de la dificultad del empeño, podemos buscar acuerdos en torno a las materias de preocupación (Dewey 1954), ensayar procesos de construcción de distintos "mundos" o "universos", que nos parezcan más ricos, más justos, mejores en términos epistemológicos, éticos, políticos. Si se prefiere, cabría hablar de un "multiverso" (James 1909) para reflejar esta realidad de un universo pluralista, más amplia que la que nos describe la ciencia oficial y que la que nos ofrece, como posibilidad prefigurada, una determinada concepción de la tecnología.
Componiendo el mundo común de la cosmopolítica
El mundo se compone de entramados de humanos y no humanos (instituciones sociales, artefactos, seres vivos, etc.) cada vez más complejos y "enredados" (entangled). Literalmente dan lugar a nuevas realidades, que en ocasiones son difícilmente clasificables mediante las categorías adquiridas (científico y técnico; vivo e inerte; invención y descubrimiento; humano y no humano; natural y artificial). Ejemplos de tales entramados son muchas de las innovaciones, reales o proyectadas, de las tecnologías convergentes. Los intereses por decirlo así "biopolíticos", "geopolíticos" y "bioeconómicos" persiguen controlar esos entramados híbridos a escala global, obviamente debido al poder económico, político y militar que proporcionan. Frente a estas imposiciones, sugerimos hacer uso del concepto de “cosmopolítica”. No tanto en la estela kantiana, como ciudadanía cosmopolita, sino en su acepción literal de "política del cosmos", una acepción puesta al día por Isabelle Stengers (1996/1997, 2005) y Bruno Latour (2004, 2011). En otras palabras, se trata de expandir la reflexión y acción política para que abarque el mundo o el universo en su conjunto; o para ser más precisos, para la construcción de un mundo o universo mejor, entre los muchos posibles. Y ello mediante un proceso de composición colectiva del mundo, con toda la diversidad de los seres que lo pueblan, lo que abarca a los seres humanos ciertamente, pero también al conjunto de entidades naturales vivas e inertes, así como los productos de la ciencia y de la tecnología.
Esta composición colectiva de hecho ya se hace, y se está haciendo cada vez más, a medida que aumenta la proyección de nuestra especie sobre el planeta. Pero la idea es analizar las condiciones de los distintos y plurales "modos de existencia" (Latour 2012) que se abren ante nosotros, no necesariamente limitados por la sanción que la ciencia moderna otorga a unos objetos y hechos en detrimento de otros. Complementariamente, hay que evaluar la calidad de los procesos en marcha, darle un giro normativo al diagnóstico, por decirlo así. La propuesta entonces es la siguiente: el mundo debe “ordenarse”, “componerse” democráticamente, mediante la participación de todos los actores relevantes, armonizando de la mejor manera posible a humanos con no humanos. Cómo se haga esto, mediante qué mecanismos de articulación, debate y participación, sobre ello hay mucho que discutir, ciertamente, y no es algo que podamos resolver ahora mismo. En todo caso, y como se acaba de mencionar, deberíamos ir hacia el reconocimiento de la legitimidad de distintos "modos de existencia", cada uno con sus especificidades y cualidades (Latour 2012).
En definitiva, lo que propongo es no soñar con quimeras, no hacerse vanas ilusiones, pero sí ensayar seriamente un proceso colectivo de "hibridación" de los componentes socio-técnicos que se van ensamblando en las innovaciones de las tecnologías convergentes. Es preciso buscar un encaje prometedor de las materias de preocupación sociales con los programas de desarrollo científico-técnico, explorar con cautela pero sin miedo nuevos y mejores modos de existencia para lo venidero.
Bibliografía
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